Nuestro «Corazón de madre»

Todos los libros también se leen con el corazón y definitivamente existen aquellos que logran hacer que se acelere, se enternezca, se conmueva y se quede en tu corazón para siempre. Esos son los libros que atesoro y me acaba de pasar una vez más con este libro. Hace un par de años que navegando en internet lo descubrí y me enamoré (una vez más) de las ilustraciones y del contenido. Tengo una debilidad especial por los libros con ilustraciones grandes, simplemente me brillan los ojos y deseo tenerlos en mi mundo.

Como les he ido contando en ocasiones, me encanta comprar libros para mis hijos, me fascina que ellos tengan libros entre sus manos, que los vean, toquen y los cuenten una y otra vez. El libro del que les voy a hablar se llama «Corazón de madre» de Isabel Minhós, el título fue lo primero que me atrapó y en internet pude leer algunas hojas, me emocioné! Ahora que lo tengo y lo leí comprendí que había hecho una compra certera. En él se describen las diferentes emociones que es capaz de sentir una madre, el comienzo del libro para mí tiene mucho significado:

«El corazón de una madre no es solo un músculo que late sin parar.

Es un lugar mágico donde suceden las cosas más extraordinarias…

El corazón de una madre está unido al corazón de cada hijo por un hilo muy fino, casi invisible.

Gracias a este hilo, todo lo que le sucede a un hijo hace que algo pase también en el corazón de una madre»

Como dato curioso les contaré, que me enternecí con esta frase porque hace poquito Caetano fue de viaje por primera vez sin nosotros, viajó con sus abuelos, tíos y primos. Entenderán lo nerviosa, angustiada y nostálgica que estuve, aunque él la pasó de maravilla, mi corazón se sentía incompleto y el día que partió me pasó algo: estaba yo preparando unas cosas en la cocina, de pronto sentí que alguien tocó mi pierna, volteé a mirar y no había nadie, Amara y Murilo estaban jugando en otro lado y yo estaba absolutamente segura de haber sentido ese «toque», inmediatamente corrí a escribirle a Omar y preguntarle a qué hora exactamente partía el avión de Caetano porque en ese momento pensé en mi pequeño. Me quedé completamente sorprendida cuando luego Omar me confirmó la hora,  exactamente un minuto después del «toque» que sentí, el avión había partido. Indudablemente nuestro corazón está  perfectamente unido al de nuestros hijos.

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Angustia, tristeza, espectativa, alegría,  plasmados en textos cortos y acompañados por las ilustraciones de Bernardo Carvalho que son  precisas para el contenido. Si se los leen a sus pequeños en voz alta (recomiendo a partir de 5 años) notarán que ellos también se enternecerán con la lectura y ustedes serán capaces de reconocer en sus preguntas y miradas que entienden (y seguro recuerdan) las situaciones presentadas en el libro. Este es uno de esos libros que me provoca leer en voz alta, que me provoca contar, recordar, sonreír e incluso lagrimear (lo sé, soy muy sentimental).

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Es un libro hermoso, no se arrepentirán de tenerlo dentro de su biblioteca y disfrutarlo junto a sus pequeños 🙂

 

¿Porteo matutino? Sí! De todos los días!

El día de ayer (sábado) fue algo diferente comparado a nuestros sábados habituales, normalmente Omar trabaja de lunes a viernes; sin embargo, ayer tenía unos asuntos pendientes que tratar en la mañana, por lo que tuvo que salir temprano. El día anterior los chicos y yo la pasamos en casa de mis suegros y Caetano quiso quedarse a dormir con ellos, entonces la mañana del sábado fue como las de lunes a viernes pero sin el trote de ir al colegio, preparar lonchera e ir al colegio nuevamente a recoger a Caetano. Luego que Omar se fuera, Amara, Murilo y yo nos levantamos (7 am.) e inmediatamente comenzamos con las actividades cotidianas, con nuestro día a día, porque para los niños pequeños aún no hay distinción de los días de la semana.

Lo primero que hace Murilo al levantarse es pedir algo para comer, por lo que tuve que prepararnos el desayuno, al terminar de desayunar, recojo el servicio, limpio la mesa, barro, luego recién puedo terminar de vestirnos. Aprovecho en hacer nuestra cama mientras Amara y Murilo  se distraen un rato jugando, hasta que al cabo de unos minutos… Amara entra gateando a buscarme y yo sé que ya es la hora de su siesta matutina (9: 15 am aproximadamente). Entonces, es el momento de buscar el amado fular y usarlo, bendito porteo! Me ha aliviado muchísimo desde hace casi cinco años, pero nuestra actividad se volvió más intensa desde hace casi tres años, desde que nació Murilo, porque necesitaba atender a mis dos pequeños y hacer cosas en casa.

Algunas personas creen que las mamás que no trabajan fuera de casa, se la pasan bastante tiempo relajadas, como si ser ama de casa, mamá a tiempo completo no demandara esfuerzo, dedicación, desgaste de energías. No, no me estoy quejando de la elección que he tomado, porque siento que he ganado mucho, no he perdido tiempo, no me he sacrificado. Otras personas se «compadecen» porque no tienes una «ayudadita» extra y te miran y escuchan asombrados cuando les respondes que «Sí! Todos son mis hijos», «No, no tengo una persona que me ayude… Mi esposo y yo nos hemos organizado, llevamos todo juntos», «Yo elegí quedarme en casa y cuidar de mis hijos», «Claro! Claro que trabajo, en casa, desde casa», «Sí, me siento cansada… ¿Es normal, no? Soy un ser humano, no confundas el cansancio con frustración». Son sólo algunas respuestas que me ha tocado dar, a veces prefiero no responder. Mientras me ponía a Amara a la espalda, se me cruzó la idea de tomar algunas fotos y retratar parte de mi mañana con los dos pequeños. Aquí el pequeño resultado:

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Con Amara ya en el fular, continuo con las cosas de casa: barrer el cuarto de los pequeños.
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Lavando las cosas que utilizamos en el desayuno
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Ahora sí, me puedo lavar la cara.
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Creo que no me vendría mal peinarme…
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A peinarse! Amara empezó a quedarse dormida.
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Nos lavamos los dientes.
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Se durmió!
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Cocinaré algo rápido, la verdad es que no quiero complicarme mucho la mañana.
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Continuaré ordenando, el cuarto de los chicos es siempre como un campo de batalla.
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Sentí que su cabeza no estaba bien sostenida, así que me ayudé con un pañuelo para que no cayera.
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A veces puedo avanzar con cosas de mi trabajo. Además del trabajo en casa, trabajo desde casa… Es mi pequeño emprendimiento.
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Ella despertó y parece que no de muy buen humor.
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Eso es lo primero que la calma al despertar.
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Parece que ya andamos de mejor humor 🙂 Murilo se nos suma.
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Ella no había quedado del todo satisfecha, Murilo y yo jugamos a las muecas.
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Murilo me pide que le ponga los zapatos para salir a la calle.
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Murilo se distrajo, fue a coger un juguete mientras Amara y yo jugamos un rato también.
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Ahora jugamos los tres.
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Y mientras ellos juegan un rato, yo aprovecho para terminar de alistarme y luego saldremos un rato a pasear antes de la hora del almuerzo.

Transcurrieron unas tres horas desde que puse a Amara en el fular y básicamente eso es lo que hago mientras la tengo porteada. No pienso que ella se haya acostumbrado a los brazos, nosotros creemos que ella los necesita, que se siente segura, cómoda, yo puedo atender las necesidades más básicas de mis pequeños, nos entretenemos, pasamos tiempo juntos, compartimos. Que es un trabajo duro, sin remuneración económica, demanda mucha atención y te agotas, pero increíblemente al final del día, no puedes más que sentirte contento y maravillado por cada nueva aventura diaria vivida. Esta es una pequeña demostración de mi día a día…

VERSE REFLEJADA A TRAVÉS DE SUS OJOS

Una de las cosas que he venido preguntándome estos últimos meses es cómo mis hijos me ven, cómo es que me veo reflejada a través de sus ojos y también, cómo es que algo de mí se puede ver reflejado en ellos, en las personas que estamos criando. Me interesa e importa mucho saber que mis hijos son felices,  que les estamos dando una vida llena de amor, confianza, seguridad y sobre todo: herramientas valiosas para poder seguir creciendo. Es inevitable cometer errores pero tampoco debemos escudarnos en aquello de que “de los errores se aprende”, aunque sea verdad tratemos de no tomarlo como nuestra premisa máxima.

No aspiro a ser la mejor mamá o la más buena,  me interesa e importa mucho saber que soy la mamá que ellos necesitan, la mamá de carne y hueso que se levanta temprano porque ellos la despiertan y que aunque dice cada noche que se siente cansada, se siente feliz de lo que hace. La mamá real y presente,   que mete la pata, que grita aunque según ella no lo haga, que trata de buscar alternativas para evitar decir “no” pero a veces no puede evitarlo, que pone límites necesarios y que a veces siente que la paciencia la abandona pero que no tira la toalla nunca, la que está atenta y acompaña a sus críos, la que ellos saben que pueden buscar para conversar.

dessi y murilo

Puedo ver parte de mí en ellos, en sus juegos, en sus palabras, en sus pequeñas peleas, en el día a día. Me reconozco en pequeñas acciones, pequeños y grandes comportamientos, no puedo no asombrarme de lo que veo, de lo que escucho, definitivamente cada uno de ellos tiene mucho de nosotros y también, hay cosas que me gustaría tratar de cambiar (como el estar «corriendo» y no relajarme cuando debo, a veces soy muy intensa y puedo llegar a tensionar a los de mi entorno). Hoy, tratando de encontrar algunas respuestas a mi interrogante,  conversé con Caetano y le pregunté cómo era yo, cómo era mamá y su respuesta fue: «Eres bonita, eres buena, me cuidas, me amas mucho y haces vinchas», en realidad no esperaba una respuesta profunda, pero estaba segura que sería la respuesta más sincera, porque mientras respondía, lo hacia tranquilo, seguro y contento… Y una vez más, lo que pesa al final (y mucho) es que no son niños angustiados, sin ilusiones, tristes o agresivos, ellos se ven felices, vivaces, con esa energía infinita, esa curiosidad innata y esas ganas inmensas de conocer y explorar, y eso sólo es posible porque reflejan lo que viven: reflejan amor en todos los estados.

caetano y dessi

En ellos veo reflejada mi felicidad, me veo reflejada en las miradas más puras como una persona feliz, como una mamá presente (con su lado preocupón y a mil por hora) con la que ellos se sienten identificados  y mi nombre, además, suena a música para ellos y está acompañado de los adjetivos más hermosos y sinceros, si no… Pregúntenles!! Jejeje.

los tres

Lo estamos haciendo bien

«Vale la pena dejar de llorar
y hacer cita con el porvenir.
Vale la pena vivir.»
(Silvio Rodríguez)

He llegado a un punto de la crianza en la que estoy empezando a sentirme cómoda y tranquila, claro que es inevitable el cansancio al final del día pero Omar y yo estamos organizándonos cada vez mejor. A veces ya no es necesario que mientras él los baña yo le deje las pijamas sobre la cama, ya él mismo se encarga de escogerlas, aunque algunas veces al día siguiente me he llevado sorpresas que no han hecho sino arrancarme una sonrisa, por ejemplo hoy Caetano amaneció con un pantalón que le quedaba grande y un polo que no era del conjunto y Murilo, con polo y panties (en su defensa Omar dijo que le preguntó si quería ponerse short o pantie y Murilo escogió pantie).

«Nuestra familia, nuestros hijos dependen de nosotros y ellos sólo pueden sentirse bien y felices si nosotros lo estamos, si estamos también sostenidos emocionalmente para continuar recorriendo nuestro camino.»

He pasado de sentirme agotada y frustrada a sentir que voy aprendiendo a manejar mis propias emociones, mis temores, que soy capaz de comunicar mejor cómo me siento. La clave está en que ambos (Omar y yo) seguimos asumiendo y compartiendo responsabilidades, con el plus de poder reconocer más rápido nuestros errores y asumirlos, dándonos espacio para conversar aún más acompañándonos en nuestros proyectos. Nuestra familia, nuestros hijos dependen de nosotros y ellos sólo pueden sentirse bien y felices si nosotros lo estamos, si estamos también sostenidos emocionalmente para continuar recorriendo nuestro camino.

Luego de 5 años de ma-paternidad comprometida, nos detuvimos un momento a contemplar todo lo que estamos construyendo juntos, a preguntarnos cómo nos sentíamos, si somos felices, si sentimos que estamos apuntando a la dirección correcta. No está mal preguntarse estas cosas y tampoco se necesita llegar a un punto de crisis para conversar sobre esto. Siempre existe un momento aunque sea chiquito para los dos, para esos abrazos interminables, esas miradas infinitas, para contarnos que tal estuvo nuestro día… Lo estamos haciendo bien, estamos decididos a hacer las cosas bien, por nosotros, por ellos, para seguir dándoles seguridad, amor. Estamos reafirmando nuestro compromiso con la vida, con el amor, con el porvenir, con nosotros, con nuestros hijos, con nuestra familia.

mis chicos

Es nuestra crianza, sencilla, respetuosa, con mucho acompañamiento y amor, les estamos dando mucha seguridad y confianza, el verlos y saberlos felices es el mayor de los regalos, el saberlos tranquilos nos trae mucha calma y muchísimas ganas de seguir.