Estos últimos días he sentido un agotamiento tremendo, ha sido tanto el cansancio que he sentido que no sólo fue a nivel físico; sino, también a nivel emocional. Hace una semana, no pude más y me quebré, eran casi las 5 de la mañana, los pequeños se levantaron uno por uno y yo estaba cansada, en realidad lo único que quería era quedarme con los ojos cerrados y no levantarme. Era un día de semana, Omar tenía que ir al trabajo y al predecir como iba a ser mi día luego de las 7am. estallé: con lágrimas, reclamos y deseos de parar todo. La cara de Omar fue de sorpresa, creo que no atinaba a saber qué era lo que podía hacer, yo estaba llorando de frustración, de cansancio, de estrés… Era una mezcla de todo lo que quizá me costaba asimilar, era mi forma de pedir más comprensión, apoyo.
Luego de haberme liberado de ese peso, regresé a la habitación a continuar llorando, segundos después Omar se echó a mi lado, me abrazó, me contuvo, me habló y sentí como poco a poco volvía a sentirme contenida. Últimamente he sentido que me cuesta un poco hablar y expresar lo que siento, quizá porque creo que los demás intuirán que también me canso, me estreso, que me cuesta organizarme en algunas cosas y que me comprenderán un poco. Bueno, no soy una súper mamá y cuando alguien me lo dice sonrío, porque sé que no es lo que estoy buscando, no busco que la gente crea que por tener más de dos hijos soy una especie de maga de la organización o que se apiaden de mí por tener todo el día ocupado o en palabras más crueles: que crean que no tengo vida, que no soy libre. El cansancio no es una condición eterna y no me condiciona para no seguir haciendo las cosas que me interesan o para seguir disfrutando, viviendo.
No debemos esperar llegar a nuestro punto de quiebre para hablar, para que nos escuchen, para que sepan que no es tan sencillo como creen el quedarse en la casa con los pequeños y dedicarles tiempo, que también nos agotamos y necesitamos parar un rato por nuestro bienestar, el de nuestros hijos, el de nuestra familia, porque nosotras no debemos olvidar que también necesitamos cuidarnos, cuidar nuestro cuerpo, conectarnos un rato con nosotras y no perdernos. A veces nosotras mismas no sabemos reconocer nuestro agotamiento a tiempo, creemos que nuestra energía es inacabable hasta que de pronto, el cuerpo empieza a enviarte señales: dolores de cabeza, dolor de cintura, mareos, hasta náuseas… Sí! Eso ha sido lo que sentí durante la semana, algo raro en mí, porque casi nunca me quejo de dolor, pero es que he tenido tantas cosas en qué ocuparme, empezando porque se acerca el inicio de clases (útiles, útiles y más útiles!), tenía (tengo en realidad) pedidos por entregar, estoy con la operación «adiós pañal», porteo prácticamente todo el día y salgo por lo menos una vez al día con los chicos a dar una vuelta corta.
Las cosas empiezan a tornarse más sencillas si nos detenemos un momento, si nos damos un tiempo corto aunque sea para descansar, conversar, para soltarnos. Ahora estoy empezando a conectarme aún más conmigo misma y a escuchar a mi cuerpo (que lo que me ha pedido últimamente es dormir!), lo hago por mí, por esa luz mayor y esas lucecitas hermosas (chiquitas aún pero poderosas) que siempre están a mi lado, recordándome también por qué es necesario que continúe, que siga andando, que siga mirando el camino hacia la vida…
Tengo derecho a sentirme cansada.
Tengo derecho a pedir un poco más de comprensión.
Tengo derecho a sentirme más sensible.
Tengo derecho a limpiarme mediante el llanto.
Tengo derecho a tener unos minutos para mí.
Tengo derecho a recordar que además de ser mamá, en mí sigue habitando la persona (Dessiree), no me olvido y con esto no estoy siendo para nada egoísta.